Por: Fernando Salinas
Primero que todo, felicitaciones a los Tigres.
El día de ayer se vivió una final de película en el Akron. La remontada que le dio el equipo regio al conjunto del rebaño solo nos dejó ver dos cosas: las malas decisiones de Paunovich y lo conformista de las Chivas una vez que el marcador llegó al 2-0.
Chivas se coronaba campeón al minuto 19. Durante todo el primer tiempo fueron superiores, aunque después del segundo tiempo parece que el chip de ganadores se desactivó. Durante los 45 restantes se echaron para atrás sabiendo claramente que el 2-0 es el marcador más engañoso.
En primer lugar, sacar a Vega para meter a Pável Perez, y lo más imperdonable, sacar a Mozo en la segunda parte de la prórroga les costó el título. Sobra decir que eran los que más aportan al equipo. Los que mayor fútbol estaban haciendo. Mozo salió de la cancha molesto, pues sabía que aún tenía para dar más. Las piernas frescas que entraron como cambio no solo se limitaron a jugadas que no llegaban a nada, si no, además no fueron lo suficientemente audaces para evitar el bochornoso tercer gol a 10 minutos de forzar la tanda de penalties. Mal y mal todo mal en el Akron.
El equipo pidió desde la mañana a todos sus aficionados que los apoyaran, que gritaran en todo momento, y así lo hicieron. Aún cuando todo se veía perdido en los últimos minutos sus espectadores no los defraudaron y entregaron corazón y garganta para corear al ritmo de la porra.
Paunovich es un gran entrenador y aquí lo pudimos ver. Sacar al América en la semifinal fue más que satisfactorio, pero un equipo con tanto peso e historia como los Tigres no perdonan tan fácil, ¿y el resultado? Una remontada histórica que no se le olvidará al ojo público.
La historia de 2017 no se repitió y Paunovich, sabes bien que así no debían ser las cosas. Y a los jugadores: la confianza es lo último que se pierde cuando decides echarte para atrás en una final que ya tenían ganada.
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