Redacción: Fernando Salinas
Con la reciente participación de la delegación de México en los Juegos Olímpicos, la caja de pandora se abrió como cada cuatros años, para dar cuenta de la realidad que azota a los deportistas mexicanos: un conjunto de factores políticos y sociales que terminan afectando en el resultado final.
Haber igualado el marcador de Río 2016 y mejorar las cuatro medallas de bronce en Tokio 2021, sumado a los 19 diplomas olímpicos que se otorgan a aquellos que se colocan entre los ocho mejores de sus respectivas disciplinas, le supo poco al público mexicano que quiere más. La fiebre por la medalla de oro que se persigue desde hace doce años se ha convertido en un pensamiento dicotómico: eres un héroe nacional o un “bueno para nada que se debería dedicar a otra cosa”.
Frases como el “ya merito” o “nos dejan en vergüenza” en las actuaciones de Aranza Vázquez y Randal Willars refleja la desesperación del compatriota por compartir el sentimiento de victoria y colgarse el “orgullo” ajeno.
Ojo, invalidar estos sentimientos tampoco me parece correcto, ya que uno de los objetivos del deporte es precisamente unir a las personas sin importar sus características fenotípicas y sociológicas. Sin embargo, despreciar los logros que hacen “nuestros” deportistas (con sentimiento nacionalista de por medio) bajo la medición de un pedazo de metal es tan deshumanizante que puede dejar mella en su salud mental. Por más que los de 40 años en adelante exclamen: “generación de cristal”, el poder de miles de personas despotricando del otro lado de la pantalla si puede afectar la psique del deportista, de ahí el motivo por el que muchos no controlan sus redes sociales o se involucran tanto en ellas para evitar leer los peores adjetivos y comentarios disponibles a lo largo y ancho de la red.
En mi opinión, un deportista no le debe nada a su gente. Por supuesto, se utilizan recursos públicos para mantener a las instituciones y quizá ellos pueden decir “que gracias a ellos se mantienen” pero no es del todo cierto. Las becas deportivas son muy mal pagadas. Para lograr ser el mejor se deben dedicar todo el día a practicar como si fuese un trabajo, motivo por el que es vital un mejor ingreso. Al no existir, tienen que recurrir a la industria privada para financiar sus gastos.
¡¡Pero se destinaron 147 millones de pesos al taekwondo!! ¡¡SI HAY APOYO!!
Si, este fue uno de los deportes en los que la CONADE invirtió más para este ciclo olímpico, sin embargo, la administración de estos recursos ha sido tan mala que dieron como resultado unas actuaciones deficientes de Daniela Souza y Carlos Sansores. Y ese es el otro punto clave para comprender el por qué existe talento, pero no unos resultados ideales: la pésima gestión de los recursos.
Tampoco soy defensor de justificar resultados que pudieron ser mejores. Si un atleta no se prepara lo suficiente y es superado ampliamente por la competencia, los organismos pertinentes deben exigir cuando menos la preparación adecuada, pero cuando ni eso alcanza ¿Hay que comportarse de la forma que lo hacemos? Antes que exigirle más al deportista, hay que indagar en la búsqueda de respuestas más complejas e ir con los titulares de los comités.
¿Cuándo se le exigirá primero al político que al deportista?
De este lado de la pantalla es fácil criticar.
¡Gracias por leer!
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