Martín Vásquez Villanueva @martinvasquezv
No debe tomarse como mera casualidad que el Presidente Andrés Manuel López Obrador haya decidido viajar a Oaxaca inmediatamente después de la sexta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), llevada a cabo en la Ciudad de México el pasado sábado 18 de septiembre con la presencia de 33 países de la región, 16 de ellos representados por sus jefes de Estado. Si en la intensa y a momentos tensa jornada diplomática se hizo un llamado a solventar las diferencias y avanzar en la integración de un bloque político y económico llamado a desempeñar un papel protagónico en el nuevo orden internacional que están exigiendo los tiempos postpandemia, la visita del Presidente de la República a Salina Cruz el día de ayer para supervisar los trabajos del corredor interoceánico subraya la importancia estratégica que se le concede al Istmo de Tehuantepec como bisagra del desarrollo hemiférico.
Desde la mención de una comunicación interoceánica en el istmo que hizo Hernán Cortés en su Cuarta Carta de Relación y los estudios de la región que mandó hacer el virrey Antonio María de Bucareli en 1774, son ya muchas generaciones de oaxaqueños las que hemos pasado del entusiasmo al escepticismo y de ahí a la decepción en lo relativo a desarrollar un paso que comunique los océanos aprovechando la angostura de la zona ístmica. En su célebre libro Viaje por el istmo de Tehuantepec, 1859-1860, el abate Brasseur escribe: “De todos los pasos conocidos en América para atravesar de un océano al otro, éste es el más cercano a Nueva Orleans y Nueva York, y el más corto, cómodo y menos insalubre para ir a California.” No en balde los estadounidenses manifestaron su pretensión de comprar el istmo en el tratado Guadalupe-Hidalgo de 1848, y no es tampoco sorpresa que las concesiones para construir el ferrocarril pasaran de mano en mano entre compañías de diferentes banderas, hasta la inauguración definitiva de la vía férrea en 1907. Me vienen a la memoria las fotografías de los Casasola que muestran al Presidente Porfirio Díaz bajando del tren en Tehuantepec, con las tehuanas vestidas con sus trajes típicos y sus resplandores, o atestiguando en el puerto de Salina Cruz el envío de un cargamento de azúcar.
Duró poco la súbita bonanza que vivió la región: la apertura del Canal de Panamá en 1915 fue un golpe del que más de 100 años después todavía no podemos recuperarnos, a pesar de los planes a montón y las buenas intenciones que hemos venido conociendo desde entonces por parte de las sucesivas administraciones federales y estatales. Por eso mismo no podemos restar importancia a lo que estamos viendo desplegarse en estos momentos: un Presidente de la República no nada más interesado en detonar el desarrollo de la región sino sólidamente comprometido con ello, y un Gobernador del estado que se ha constituido en su aliado y con el que ha podido establecer una sinergia que no se había visto antes, al margen de colores partidistas o intereses electorales. La gobernanza en su plenitud es para sacar adelante a Oaxaca y por eso el Gobernador del estado, que ha sido siempre muy atento y respetuoso de la investidura presidencial, puede sentir que no está solo. No ha habido ningún problema en el cual no haya sentido el respaldo del gobierno federal a través de sus funcionarios, y si se trata de un problema de salud, por ejemplo, algo que también se habrá tocado en esta gira, ya está listo el Presidente y habla con los equipos de Hacienda, del Insabi, del ISSSTE, del IMSS, y todos los actores están dispuestos a apoyar a Oaxaca.
Por todo eso, sea bienvenido el Presidente López Obrador a Oaxaca, una vez más, y que pronto vengan todas estas obras que van a detonar el desarrollo del estado, el corredor interoceánico pero también las carreteras a la Costa y al Istmo y numerosos proyectos más. Yo estoy convencido de que la fuerza de Oaxaca no solamente es su cultura portentosa y su pasado glorioso, sino también el futuro que ha sabido forjar. Ahora por fin, después de esperar tanto, se ven las acciones que van a hacer que Oaxaca despegue a dimensiones inimaginadas a partir del desarrollo del Istmo de Tehuantepec como una de las bisagras que permitan articular el continente. Las relaciones con el exterior, como nos ha hecho comprender el Presidente al contrastar las actividades de este fin de semana, comienzan por la casa.
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