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Mortalidad de la diabetes - Martín Vásquez Villalnueva @martinvasquezv



Martín Vásquez Villanueva



Ya se sabe que todos moriremos. Pero hay de morir a morir. Es muy distinto morir sin sufrir que morir sufriendo y es distinto morir al final de una vida plena que morir a destiempo. Y estas dos cosas, morir en sufrimiento y tempranamente, es lo que provoca la diabetes.


Las cifras de mortalidad para el primer semestre de 2022, presentadas por el INEGI la semana pasada, colocan a la diabetes como la segunda causa de muerte en México, solamente por detrás de las enfermedades del corazón. Cabe destacar que el grueso de las defunciones por diabetes se concentran en los grupos de edad que están por encima de los 45 años y, de hecho, entre los 55 y los 64 años la diabetes se colocó como la primera causa de muerte.


La esperanza de vida entre los diabéticos que no tienen su enfermedad controlada está notoriamente disminuida, pero ¿de qué se mueren? En la diabetes hay complicaciones agudas y complicaciones crónicas. Entre las primeras, la más dramática es el coma diabético, en el que la persona se ahoga, literalmente, en azúcar; los niveles muy altos de glucosa en sangre provocan una deshidratación generalizada a nivel celular y esto es tan grave que sin intervención médica es una causa inminente de muerte. La diabetes, por otra parte, favorece las infecciones agudas en diferentes órganos y sistemas, lo que también conduce a la muerte si no se trata adecuada y oportunamente.


Las complicaciones crónicas más frecuentes de la diabetes tienen que ver con el ataque a los vasos sanguíneos y se manifiestan como hipertensión, enfermedad isquémica del corazón, accidentes vasculares cerebrales e insuficiencia renal, caminos seguros a una muerte temprana y causa de una multiplicidad de problemas de salud, como la ceguera o la amputación de las piernas, por no hablar del viacrucis de las diálisis y todo lo que implican. No hay que subestimar tampoco la enfermedad del hígado graso como causa de muerte en la diabetes y en años recientes se ha comprobado que también los tumores malignos tienen una mayor probabilidad de presentarse en el contexto diabético. Todo esto sin contar con que la diabetes por sí misma agrava cualquier enfermedad, como vimos recientemente en el COVID-19, donde actuó como una de las comorbilidades más perniciosas de la pandemia.


Por donde se le vea, la diabetes provoca un exceso de mortalidad, es causa de mucho y prolongado sufrimiento y suele terminar con la vida antes de tiempo. Por eso, cuando últimamente me han preguntado que por qué tanta insistencia en la diabetes yo respondo que ningún médico debe pasar por alto lo que sin duda puede catalogarse como una megapandemia, y menos aún cuando es aceptada socialmente. Se ve como algo muy normal, tal vez porque no se hacen confinamientos ni medidas de asilamiento ni hay los grandes titulares en los medios de comunicación. Pero es una pandemia, una enfermedad que crece año con año a nivel mundial, que mina silenciosamente la salud de las comunidades y que va empobreciendo a las familias, un efecto nada menor.


Insinúan, quienes me preguntan, que tal vez soy diabético y por eso el interés. No lo soy, pero se puede decir que conozco en carne propia los estragos de la diabetes porque mi madre y mi padre la padecieron. Vi sufrir muchos años a mi padre, antes de morir por las tercas complicaciones, y siento que la diabetes me arrebató a mi madre antes de lo esperado. Un hermano mío es diabético y en días pasados tuvo una emergencia quirúrgica que nos preocupó más de lo debido precisamente por esa condición. Lo que puedo decir es que con tal carga hereditaria me he preocupado por evitar todos los condicionantes y no, no soy diabético.


Esto es precisamente lo que quiero transmitir a la sociedad oaxaqueña: dejemos de ver a la diabetes como algo normal, como una mala suerte de algunos o un destino inamovible, y comprendamos que es una enfermedad que puede prevenirse y controlarse, atacando de frente el exceso de mortalidad que provoca cuando se le deja actuar libremente. Debemos rebelarnos contra la normalización de la diabetes y el primer paso es concientizarnos como sociedad. Y así, les contesto a estas personas que me preguntan, no me cansaré de insistir, pensando siempre en un Oaxaca más sano.


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