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Un concierto para piano - Martín Vásquez Villalnueva @martinvasquezv


Martín Vásquez Villanueva


Estoy entrenando para correr un maratón próximamente y el sábado pasado, temprano por la mañana, corrí 28 kilómetros en la pista del Polideportivo Venustiano Carranza. Cuando llegué a mi casa después del entrenamiento, mientras descansaba y me rehidrataba, porque me había tocado mucho sol, esuché una de mis piezas musicales consentidas, el Concierto para piano no 1, op. 11 de Chopin, y terminé de sentirme pleno.


Niño prodigio que a los ocho años dio su primer concierto público de piano, en 1830 Frédéric Chopin, con 20 años de edad, decidió abandonar su natal Polonia para emprender un viaje de estudios por diferentes capitales europeas, comenzando por Viena. El 11 de octubre de ese año se le organizó un concierto de despedida en el Teatro Nacional de Varsovia y fue ahí donde estrenó, con él mismo como solista, este concierto en mi bemol.


Es un concierto precioso. La pequeña orquesta de cuerdas —como a veces se interpreta, aunque originalmente incluye también alientos, metales y timbales— sólo abraza amablemente al piano, que comienza maestoso, solemne y majestuoso, en el primer movimiento, alcanzando momentos de enorme sutileza antes de pasar, en el segundo, a un romance de tempo más lento; el tercer y último movimiento es un rondó que insiste en su tema vivazmente, vivace. Recomiendo al lector la interpretación de la pianista ruso-alemana Olga Scheps con la Orquesta de Cámara de la Radio Polaca, bajo la dirección de Agnieszka Duczmal, que puede encontrarse en el siguiente enlace de YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=2bFo65szAP0.


Chopin, enfermizo desde niño, de cuerpo menudo, nervioso y propenso a la melancolía, se toma como el prototipo del artista romántico. No regresó a Polonia, por causa del Levantamiento de Noviembre de 1830, la insurrección polaca contra el Imperio Ruso, y terminó instalándose en París, donde viviría hasta su temprana muerte, en la madrugada del 17 de octubre de 1849, a los 39 años de edad.


“El análisis de la historia clínica de Chopin revela sorpresa —escribe el doctor Adolfo Martínez Palomo en su estupendo libro Músicos y Medicina. Historias clínicas de grandes compositores (El Colegio de México, 2015)— por la unanimidad con la que las biografías del compositor han aceptado sin titubeos el veredicto sobre la enfermedad de Chopin: tuberculosis pulmonar, cuya manifestación inicial fue la de infección de los ganglios linfáticos del cuello.” Esta versión siembra dudas de inmediato: dado que el episodio de los ganglios linfáticos le había ocurrido a los 16 años, la tuberculosis del músico habría tenido una duración de más de 23 años, cuando la sobrevida de un enfermo tuberculoso de la época promediaba los dos años y era raro encontrar pacientes con más de cinco años padeciendo la enfermedad.


Martínez Palomo pasa revista a las diferentes hipótesis que sobre la verdadera enfermedad de Chopin se han ido acumulando al paso de los años. Además de la tuberculosis pulmonar crónica ya aludida, habla de una posible estenosis de la válvula mitral y de una rara enfermedad genética conocida como “deficiencia de antitripsina alfa 1”, pero, aunque lo mantiene como un “Enigma médico”, título del capítulo correspondiente, logra convencernos de que el diagnóstico más atendible es el de fibrosis quística, también una enfermedad genética que afecta principalmente a los pulmones, y en menor medida al hígado, el páncreas y los intestinos, caracterizada por una gran acumulación de secreciones glandulares viscosas. La causa de muerte más frecuente en esta enfermedad es por insuficiencia pulmonar progresiva, como fue el caso de Chopin. “Sea lo que fuere —concluye Martínez Palomo— la vida de Chopin es un paradigma de lo que se puede lograr a pesar de sufrir un padecimiento invalidante.”


Doy gracias a Dios de poder seguir corriendo a mi edad, sintiéndome incluso capaz de correr un maratón, y esa es la inspiración que encontré, al regresar del entrenamiento el sábado pasado, en el Concierto para piano no 1, en el que Chopin sabe expresar el corazón y el alma del ser humano.

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