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Redacción

Cumbre de la OTAN - Martín Vásquez Villalnueva @martinvasquezv



Martín Vásquez Villanueva



El miércoles y jueves de la semana pasada, días 29 y 30 de junio, se llevó a cabo en Madrid la cumbre de la OTAN, marcando de manera inequívoca el rumbo del gran reacomodo geopolítico del mundo post-pandemia. Más allá de las urgencias concretas, esta reunión de alto nivel significó el retorno de la organización a un primer plano en el protagonismo de los asuntos globales, tras un periodo de lasitud que llamó incluso a cuestionar su vigencia y aun su viabilidad.


La Organización del Tratado del Atlántico Norte, también conocida como Alianza Atlántica, entró en vigor en la ciudad de Washington D.C. el 4 de abril de 1949, como una alianza militar en respuesta a los desafíos geopolíticos derivados del fin de la Segunda Guerra Mundial y, en particular, frente la política expansionista de la entonces Unión Soviética. Originalmente firmaron el tratado diez países de Europa Occidental —Bélgica, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido— además de Canadá y Estados Unidos. Con el tiempo, la organización se ha ido expandiendo por todo el continente europeo hasta contar al día de hoy con 30 países miembros.


Según ella misma plantea, la finalidad de la OTAN es garantizar la libertad y la seguridad de sus países miembros por medios políticos y militares. En cuanto a los primeros, “promueve valores democráticos y permite que los miembros se consulten y cooperen cuestiones relacionadas con la defensa y la seguridad para solventar problemas, fomentar la confianza y, a largo plazo, evitar conflictos”. Antepone a la intervención militar el compromiso de resolución pacífica de controversias, pero “cuando los esfuerzos diplomáticos no dan fruto, la fuerza militar emprende operaciones de gestión de crisis […] bajo la cláusula de defensa colectiva del tratado fundacional de la OTAN (Artículo 5 del Tratado de Washington) o por mandato de las Naciones Unidas”.


La única vez en la historia de la organización que un país miembro ha invocado el Artículo 5 fue cuando lo hizo Estados Unidos a raíz de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001, y solamente una vez que pudo demostrar que los ataques terroristas habían sido perpetrados desde el exterior, en aquel caso por la Al Qaeda de Bin Laden desde su enclave en Afganistán. En la encrucijada actual y principal foco de la cumbre, la invasión rusa de Ucrania, no es posible invocar el Artículo 5 de defensa colectiva mientras no haya un ataque directo a algún país miembro, toda vez que Ucrania no lo es. Lo cual no quiere decir, desde luego, que la organización no esté dispuesta a ejercer su influencia para apoyar al país agredido y así defender las propias fronteras de sus agremiados.


Las conclusiones que se alcanzaron en Madrid no dejan lugar a ninguna duda. La organización refrescó su Concepto Estratégico, orientando sus esfuerzos para reforzar la seguridad euroatlántica en respuesta a la agresión de Rusia y a los desafíos planteados por la República Popular China en el contexto de la profundización de su alianza estratégica con Rusia. La presencia de tropas de la organización crecerá sustancialmente en todo el territorio europeo, particularmente en su flanco oriental, y Estados Unidos anunció que incrementará a 100,000 el número de efectivos destacados en la región, establecerá un puesto de mando permanente en Polonia y enviará dos escuadrones de aviones de combate al Reino Unidos y dos destructores para sumar un total de seis en la base naval de Rota, en España, entre otras acciones.


Destaca también como resultado de la cumbre la invitación formal a Finlandia y Suecia, países tradicionalmente neutrales, a formar parte de la organización y con ello ampliar el cerco de seguridad en torno a Rusia, que dejó de considerarse como un aliado estratégico para pasar a ser una “amenaza directa”.


La cumbre de la OTAN solamente hizo explícitas las grandes tensiones que cruzan de lado a lado el viejo continente y se puede leer como un arma de doble filo. Por un lado, cabe esperar que el incremento de la presencia militar de la organización actúe como fuerza disuasiva para evitar un desbordamiento del conflicto más allá de las fronteras ucranianas, pero tampoco cabe duda de que el escalamiento de las posiciones bélicas coloca ominosamente en el horizonte la posibilidad real de un enfrentamiento que no podría ser otro que una Tercera Guerra Mundial. Es indispensable que prevalezca el primer escenario y para ello el único camino es una gran diplomacia, responsable, imaginativa y sabia. Es la única manera de comprender que, con una voluntad política consecuente y una auténtica gobernanza global, en el mundo cabemos todos.

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